Kiev, Ucrania – La relación entre el presidente de Rusia, Vladímir Putin, y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, se ha transformado en una profunda enemistad marcada por la guerra. A pesar de haber nacido en la misma Unión Soviética, su única reunión cara a cara, en diciembre de 2019, antecedió a un conflicto que reveló a Zelenski como un adversario mucho más tenaz de lo que el Kremlin había anticipado.
La resistencia de Zelenski ha desafiado las expectativas de Moscú, que esperaba una capitulación rápida. A su llegada al poder en 2019, Zelenski había logrado una relativa calma en el conflicto del Donbás y se ganó el apoyo de las regiones rusoparlantes, frustrando las expectativas del Kremlin de una bienvenida a las tropas rusas en 2022.
La percepción de Zelenski en el Kremlin
Moscú nunca tomó en serio a Zelenski, esperando que huyera tras la invasión. Sin embargo, el presidente ucraniano se quedó en Kiev, adoptando una imagen militar y dirigiendo la resistencia de su país, lo que aumentó la animadversión de Putin a medida que la “operación militar especial” se estancaba.
La hostilidad de Putin hacia Zelenski se ha manifestado en una estrategia para deslegitimar su liderazgo. El Kremlin argumenta que el mandato de Zelenski debió haber terminado en mayo de 2024, según un tecnicismo constitucional que, según Moscú, lo inhabilita para seguir en el puesto en tiempos de guerra.
El dilema de una posible cumbre
Aunque la animadversión es mutua, Zelenski ha expresado su disposición a reunirse con Putin sin condiciones previas, a pesar de haber firmado un decreto que le prohíbe negociar con el actual líder del Kremlin. Por su parte, Putin se ha negado consistentemente, aduciendo que la firma de Zelenski carece de valor jurídico.
Analistas sugieren que una reunión bilateral con Zelenski, a menos que sea para sellar la capitulación de Ucrania, sería una «humillación» para Putin, quien ve a Ucrania como un problema que debe ser resuelto directamente entre Rusia y Estados Unidos, sin la intervención de Kiev.
