El 9 de agosto se conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, una conmemoración que atrae la atención de las instituciones en varias partes del mundo y que por mucho, es uno de los marcos favoritos en México para que, quienes dicen pertenecer a las naciones originarias hagan gala de sus antepasados y si es el caso que, algunos de ellos estén en las esferas del poder, se luzcan con discursos incendiarios e incluso hablen en alguna de sus lenguas maternas.
En torno a esta celebración todas las instituciones federales, estatales y regionales (no es así en la mayoría de las municipales) realizan actividades para reflexionar en torno a los avances que se han tenido en la lucha por la defensa de los derechos humanos, en los temas sensibles de discriminación así como en la desigualdad de oportunidades, por citar algunas de las más importantes.
Sus luchas por la defensa de su dignidad y la reivindicación de sus raíces en tanto que, primeros pobladores de tierras invadidas, saqueadas y violentadas, han sido justas, valientes y sin lugar a dudas admirables puesto que ya comprende cientos de años que dan cuenta de su resistencia, su persistencia, su coraje y su temple. Sin su tenacidad y sus sueños de libertad, muchos de los movimientos independentistas de América no se hubiesen realizado, para muestra basta la misma lucha de Independencia de México o la propia Revolución Mexicana.
Estos movimientos emancipadores que han tenido una carga indígena poderosa, es importante subrayar que son propios de México, Centroamérica y en algunos casos de Sudamérica, no sucedió de esta manera en Estados Unidos de Norteamérica en donde los indígenas fueron prácticamente aniquilados casi hasta el exterminio, para después ser confinados a reservas. Ese indigenismo que en otros países se define como “pueblos autóctonos” o “pueblos ancestrales” existen en varios confines de la tierra. De acuerdo a las cifras oficiales de la UNESCO: Existen alrededor de 476 millones de Indígenas viviendo a lo largo de 90 países. Estos pueblos constituyen alrededor del 6% de la población mundial, y, sin embargo, se encuentran entre las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables representando al menos el 15% por ciento de los más pobres en el mundo.
Esta presencia y aportación a la humanidad tiene una dimensión inconmesurable en lo cultural, artístico y científico (por citar algunas áreas), pero las brutalidades a las que fueron sometidos en los procesos de invasión y de conquista también lo han sido. De esta realidad se desprende que los gobiernos hagan leyes y emprendan acciones y programas dirigidos a lograr una estructura política y social que haga justicia a los pueblos originarios y esto incluye desde cambios en las políticas públicas hasta lugares privilegiados de empoderamiento político. Y en este apartado es en el cual los gobiernos deben de hacer una profunda reflexión porque el hecho de que llegue un indígena al poder, no significa que lleguen todos los indígenas y en muchos casos, esos liderazgos son usados para manipular y engañar a los pueblos indígenas para beneficios de algunos políticos o en temas electorales, un caso evidente es el llamado “voto verde” que proviene justamente de esas comunidades.
Este 9 de agosto ojalá sirva para que los hombres y mujeres en el poder comprendan que la deuda con los pueblos indígenas, no se paga colocando a indígenas corruptos en el poder, ni comprando huipiles, ni aprendiéndose algunas cuantas frases en lenguas originarias. La justicia histórica debe comprender procesos sociales de profundo calado porque si sus esfuerzos fueran con justicia social y dirigidos con moralidad, la pobreza, la explotación y la prostitución infantil, la desigualdad, el alcoholismo y los tantos males en que se encuentran, no sería una insultante realidad.