Mexicano racista y las agresiones en la Ciudad de México

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Ser mexicano y ser racista es una profunda contradicción. 

Reconozco de manera respetuosa que en nuestro país existen quienes se creen de “sangre pura”, según su propia versión evolutiva y con ello, defienden ser indígenas sin mezcla o españoles sin mestizaje o incluso judíos, alemanes y afromexicanos que reivindican cada quien su propia historia y considero que esto es positivo, de hecho es correcto defender nuestra Identidad o lo que creemos es lo más parecido a ella porque eso enriquece y nutre nuestra nación y cultura.

A la luz de un nuevo siglo el origen de uno mismo es, sin lugar a dudas, la raíz que nos ancla a nuestra Identidad, lo que nos brinda certidumbre de nuestro devenir histórico. Sin embargo, la filosofía sobre el significado de ser mexicano y de nuestra mexicanidad ha ocupado la vida de intelectuales, artistas y científicos (por citar algunos círculos) y todos han coincidido en un hecho irrefutable: el mexicano del siglo XXI es mestizo, lo es en el estricto sentido de la mezcla inicial de dos razas y en algunos casos hasta de tres o cuatro y por mucho que alguien quiera desgarrarse las vestiduras afirmando que es “biológicamente puro” sólo cae en una sobredosis de optimismo, pues está comprobado que eso ya no es posible (reitero) en México.

Sin embargo, el mexicano, líder natural de la América Hispánica o América Latina (como prefiera llamársele) y quien debería ser ejemplo de integración, de reconocimiento a la diversidad cultural y a la inclusión, ha demostrado en repetidas ocasiones que no lo es  y en cuanto puede agrede en cualquiera de sus variantes a quien es diferente; si bien es cierto que, en la mayoría de los casos esa agresión es verbal, es innegable que existe y se refleja de forma bastante notable en su intolerancia hacia quien es diferente. 

El 4 de Julio, abrazados de un nacionalismo mal entendido, ineficaz e ineficiente, un grupo de manifestantes convocó a la primera marcha contra la gentrificación en la Ciudad de México y a grito de “¡Fuera gringos!” vandalizaron establecimientos en las colonias Roma, Condesa y en el Centro Histórico de la Ciudad de México, lugares en donde creían ver norteamericanos y terminaron contradiciendo su discurso y traicionando la causa que decían defender porque nada fue más burdo que, mirar una marcha la cual en el fondo (hay que conocer a detalle lo que motiva la gentrificación) busca el respeto a los derechos humanos de quienes son diferentes, mirándola violentar la paz de otros ciudadanos.

Aquella actitud y esos gritos de “¡Fuera gringo!” fue reprobada por el 98% de los mexicanos y muchos nos sentimos avergonzados, molestos, irritados de que un grupo de violentadores de los derechos de terceros, se hayan atrevido a asumirse como “la voz de los mexicanos” porque los verdaderos mexicanos no estamos a favor de la violencia, los verdaderos mexicanos amamos y respetamos la diversidad cultural que tenemos. Los mexicanos estamos orgullosos de ser un nación hermana de las demás. Evidentemente, no estamos a favor de lo que el presiente Donald Trump hace a nuestros hermanos mexicanos, pero los que sí pensamos,  quienes sí tenemos un sentido común desarrollado, sabemos que los políticos no representan a los ciudadanos y que una cosa es el discurso de odio de un político como Donald Trump y otro asunto muy diferente es el trato humano. En este sentido ¿cómo podría una nación de mestizos ser racista? ¿desde qué punto de vista el mexicano puede adoptar un discurso racista? Por eso y otros motivos, las agresiones en la Ciudad de México al grito de “¡Fuera gringos!” son y seguirán siendo reprobables.

Ojalá que esos que dicen ser nacionalistas sean eficaces como ciudadanos, eficientes en sus pagos de impuestos y salgan a defender a México en las urnas y se manifiesten en los asuntos verdaderamente importantes de nuestro país, los cuales son muchos y que hasta hoy sólo han encontrado un silencio cómplice de la prebenda política.

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