Con unos cuantos días al poder de la nación más influyente en lo económico, político, militar y cultural en este planeta, el empresario Donald Trump ha cambiado las reglas del mundo.
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Con unos cuantos días al poder de la nación más influyente en lo económico, político, militar y cultural en este planeta, el empresario Donald Trump ha cambiado las reglas del mundo con sus ideas sobre cómo debe ser el sistema y orden actual, o al menos eso se piensa, pero ¿en realidad hay algún cambio en el actuar de este país a lo largo de su historia?
Al contrario de lo que se pudiera pensar, este personaje tiene gran aceptación entre sus connacionales, pues ya fue una vez presidente de su país, y el mecanismo que inició para sumar militantes y simpatizantes empezó el mismo día de su primera posesión en la presidencia estadounidense, pues así garantizó una continuidad política desde el primer día de haber obtenido el triunfo, por lo que no extraña su regreso a la Casa Blanca.
El mundo no quiso, o no pudo, darse cuenta que el proceso electoral para su continuidad empezó el viernes 20 de enero del 2017, y que, con estrategias, conocimiento de su territorio, integración de operadores políticos, ideologizando la administración pública local y operando de manera cultural, sus maniobras de acción e interacción empezaron a volverse cada día más fuertes en la fenomenología del planeta.
Pero no es de extrañar la violencia discursiva de este personaje, históricamente los Estados Unidos han sido un ente de la barbarie, han vivido de ella y se han formado como país alrededor de ésta; nunca se fue su idea totalizadora de un planeta tierra a su imagen y semejanza, han comprado, matado, mutilado y extinguido a todo aquello que no cumpla sus mandatos.
El país del norte pasó de la barbarie a la modernidad, dejando una cultura de caos y catástrofe a su paso, México es ejemplo vivo de ello, pues no solo robó más de la mitad del territorio, sino que ha impuesto sus reglas a nuestra política y economía, aunque no está por demás mencionar que se aprovechó de la debilidad que teníamos como incipiente nación, bajo el casi control total del clero en la vida de este país hace dos siglos.
No es solo un capricho cambiar de nombre al Golfo de México, es mostrar poder de hacer e inventar una realidad a sus intereses, cualquiera que estos sean, no les ha bastado con invadir nuestra razón con sus producciones culturales llenas de estulticias y aberraciones, plagadas de superhéroes, caricaturas misóginas y racistas, música por y para las industrias creativas del entretenimiento; ya tienen ganada la guerra cultural y aunque critiquemos su intervencionismo, siguen siendo una maquina capitalista que aplasta todo rasgo propio de la cultura, y a pesar de que en los países de la periferia o desde los márgenes, hagamos una crítica mordaz a su maneras de ser y actuar, todo queda en segundo o tercer lugar al momento de darnos cuenta que no podemos tan siquiera dejar de consumir sus productos del espectáculo y de comida chatarra.
¡Claro que la cultura norteamericana está, o siempre ha estado, en crisis! pero es una de tipo sumamente atractiva, sexy y provocadora, que llama, enajena, se sueña y anhela como estilo de vida, ahí radica uno de sus poderes, en la aspiración del mundo por vivir en una casa con el césped siempre verde y dos autos en la cochera.
Vivimos en el patio trasero de un ente que come su propio vomito evangelizador como estilo de vida, y sus desechos son deseados por el resto de la humanidad como ideología de la ruptura y estética del estilo de vida americano, siempre agradable y bello, pero solo en la fachada, pues una vez que te acercas a su cuerpo te adhieres a sus formas de simulacro de placer.
No nos queda otra cosa en América Latina más que criticar nuestra realidad, pues la de las barras y las estrellas no ha cambiado en los últimos 250 años, sigue siendo igual de violenta y barbárica, ¿por qué sorprendernos por lo que hace este presidente? Así ha sido su vida como nación, así ha sido su armonía social, su orden estético, su idioma y brutalismo de poder anestesiante
Podemos desvivirnos en palabras neomarxistas o de los hijos de Frankfurt en Alemania, en sus denuncias discursivas sobre la dominación que aliena y embrutece la vida digna del ser humano, pero ¿se puede hacer algo más?
No alcanzamos hacer nada, más que ir y venir de las perspectivas hermenéuticas de los espacios de encuentros del poder, pues no somos más que actores de segunda o tercera categoría, en las relaciones de seducción y complicidad de los Estados Unidos y sus aliados.
¡Nunca se fueron! Hoy amenazan con correr a más de dos millones de palestinos para “comprar” la Franja de Gaza, no les ha bastado asesinarlos, despojarlos, sobajarlos y despreciarlos, ahora son inquilinos que no pueden pagar una habitación en el mundo, y sus dueños, Estados Unidos e Israel, exigen su exilio cual ciudadanos de un submundo de menor calidad que el propio.
Estados Unidos siendo ellos mismos son execrables, no sorprende su actuar y discursos, mucho menos sus narrativas dominantes, nada los reivindica más que las armas y su economía, que aún siendo un cadáver, espanta cual zombie chupa cerebros.
¿Y México? Nos conformamos con ser espacios de comunicación en contra de la agresión capitalista, no cantemos victoria ante Trump por unos cuantos días más sin aranceles, a ellos les conviene tenernos en su economía y todo lo demás es simulacro.
Los parricidas de la crítica nos invitan a contratar otra plataforma de vídeo vía streaming y estar preparados para hacer fila en los cines para otra de sus películas de paupérrima calidad, sin olvidar disfrazarnos del personaje en turno, mientras balcanizan un México, que no puede quitar la mirada del fango bajo el pie del vecino del norte.
La cima
Por: Bernardino Rubio Tamariz