Aproximación a la educación dentro del tejido digital

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Freire y Morin ante las transformaciones en la educación y el conocimiento en la América Latina contemporánea.

En los territorios de la actual América Latina donde la cultura y el conocimiento son asimilados bajo parámetros propios de su realidad, se relacionan e influyen naciones de manera geopolítica bajo estructuras educativas que se caracterizan por un modelo histórico, hegemónico y hasta ideológico, debido a la influencia de corrientes de pensamiento tanto endémicas como las venidas del norte del continente o del otro lado del atlántico.

Hispanoamérica se encuentra ante numerosos retos sociales y de educación con la llegada de la era de internet, pues los procesos de digitalización son fundamentales con el arribo de nuevos actores en la creación y manutención del conocimiento; estamos ante una epistemología digital que desregula los procesos solidos de la otrora modernidad tardía, dejando libres las vías de acción para novedosos operadores ideológicos, políticos, económicos y educativos que hoy construyen bases para la renovación de la educación y sus políticas dentro del continente.

El tejido digital tiene diversos efectos sobre distintas dimensiones, como la creación de agendas, programas y sistemas que concentran una especie de poder capaz de controlar sociedades, movimientos sociales y procesos académicos, por lo que una democratización de la digitalidad es un reto que provoca preocupaciones ante las normativas de los mapas de información y comunicación, que abran las condiciones de convergencia en la era de internet. 

Lo anterior se menciona en la obra “La Educación Mediática y los Profesionales de la Comunicación” (Buitrago et.al. 2015) donde se presenta la necesidad de hacer uso del proceso educativo-digital para promover nuevas alfabetizaciones mediante las actuales tecnologías de internet, para que se extiendan a varios segmentos de la enseñanza formal, dando cuenta del peligro que conlleva ignorar o generalizar la digitalidad en la educación.

Buitrago Alejandro (2015) escribe que la educación dentro del tejido digital realiza un proceso de alfabetización que históricamente ha chocado con la falta de sensibilidad del sistema educativo, pues ha sido incapaz de incorporar en los diversos niveles escolares una comunicación autocrítica, responsable y competente para generar sujetos cada vez más propositivos en sus propias prácticas, como emisores y receptores de mensajes en las actuales tecnologías de la educación.

Por su parte el autor Manuel Canga en “La Competencia Mediática en al Contexto de la Educomunicación” (2015) plantea la necesidad de nuevas alfabetizaciones digitales en el sector de la educación, para resolver problemas actuales que permitan desarrollar funciones de enseñanza/aprendizaje que superen los usos asociados con la simple fórmula académica en las escuelas.

Las reflexiones anteriores abordan la importancia de incluir competencias digitales en la educación en América Latina. Pues el tejido digital se ha convertido en un contexto de prácticas informativas que redefinen los conceptos de lectura y enseñanza. El uso de tecnologías digitales exige una resolución de problemas que implican nuevas competencias, estrategias y disposiciones inherentes a sujetos y teorías que otrora eran invisibilizados.

Uno de los autores clave para el desarrollo de las ideas expuestas en párrafos anteriores, es Paulo Reglus Neves Freire filósofo y pedagogo brasileño fallecido en 1997, quien no vivió el internet como la red de redes, ni los cambios acelerados en tendencias digitales que han derribado fronteras territoriales materiales e invisibles en la educación, ni tampoco presenció el auge de las posibilidades virtuales para la adquisición del conocimiento en la sociedad de la información.

Pero, aun así, persiste una de sus ideas, cuando el autor habló sobre la esperanza y crítica que se vivía en las formas de enseñar y transmitir conocimientos. Freire (1979) no estuvo en el auge del internet 2.0, pero su visión de metacomunicación entendida como una extensión de las ideas está sumamente vigente, pues no podemos pensar que la vorágine de la digitalidad del todo, sea la única vía para afrontar las drásticas reconversiones y actualizaciones de conocimientos y competencias dentro del tejido digital.

La pedagogía de la esperanza tiene una concepción liberadora, dice Pedro Pontual dentro del texto Diálogos Freire-Morin (2007) cuando muestra cómo el autor brasileño abordaba la educación como parte de un gran todo, es decir que el conocimiento está, se mantiene y se produce entre los seres humanos, en sus interacciones entre ellos y su mundo, haciendo fundamental la noción de educación interactiva, donde educador y educando son partes del proceso metacomunicacional del conocimiento posible.

Para Freire (1979), vivíamos en una educación circular en donde las iniciativas eran tomadas por múltiples sujetos, objetos y circunstancias; con el apogeo del internet 3.0, del internet de las cosas y del internet del todo, es imposible pensar un sujeto unificado, atomizado y totalizador hacia el mundo y el conocimiento, sino presenciamos uno fragmentado, visionario, informado y más y mejor comunicado que usa el ecosistema digital para construir una esperanza alrededor de los procesos del conocimiento, donde el lenguaje se reconstruye desde sus mismos códigos, para nombrar nuevas capacidades de participación y reflexión de manera individual y colectiva.

Paulo Freire subrayaba que América Latina debía interesarse en observar la posición del dominado, para comprender la relación dialéctica entre dominantes y despojados, ya que sí se veía la presencia colonialista dentro del continente, se podrían encontrar rutas de diálogo implementando la tolerancia, o como él la nombró “Pedagogía de la Tolerancia” (Freire,2023) que consiste en democratizar el valor de la tolerancia en virtud de la convivencia humana, donde la cualidad básica de la sociedad debe estar creada por los seres humanos y aprendida  desde la ética de convivir con lo o el diferente, más nunca inferior.

La tolerancia es acción ante los demás y sus contextos, así como coexistir en los cambios que producen las tecnologías, por lo que una pedagógica de la tolerancia propone no usar más el tejido digital sino usarlo de mejor manera en beneficio de la educación para compartir el conocimiento con tolerancia legitima de aprender y compartir con el diferente a nosotros. 

Por lo tanto, Freire expone una pedagogía liberadora para la educación del siglo XXI que no constituye una reflexión del puro pensar, ni una mediación aislada, sino una ligada a las perspectivas de acción y determinación de nuevos sujetos y objetos que operan de manera interactiva, llevando a cabo una metacomunicación interpretativa que podría dar la opción de un salto cualitativo hacia otro tipo de conocimiento.

Paulo Freire resulta actual pues su idea de educación transformadora por una pedagogía de la esperanza y tolerante, no solo es fundamento en una praxis reflexiva, sino que proporciona metodologías para una educación democrática y popular, que supera la fragmentación entre la teoría y práctica, la educación y el trabajo y la educación y política.

 “La educación es una práctica de libertad” (Freire, 1979, p.156) esta idea dialoga con la esperanza de un método psicosocial promulgado por este filosofo, que se preguntaba sobre el papel libertador del conocimiento en las realidades latinoamericanas, donde educar puede ser agudo, peligroso y hasta doloroso por las transformaciones sociopolíticas que se han vivido en estos territorios.

Entonces ¿Por qué no pensar de nuevo en una esperanza para la educación digital en Latinoamérica? ¿Qué fronteras o desafíos enfrenta la educación en un espacio virtual donde lo invisible compite con lo material? ¿Quiénes son esos educadores y educandos en el tejido digital? ¿Qué papel tienen los estados nación en el proceso de creación de conocimiento? Si para Freire la comunicación era fundamental y necesaria como estrategia basada en un esquema dialogal y crítico que posibilita a los miembros de una sociedad establecer formas intimas de relaciones entre convicciones y signos, se puede considerar que las acciones educativas del siglo XXI pueden generar una especie de educación democrática que rompa la insensibilidad y pasividad de las instituciones ante sujetos con una cibercultura e ideología que no solo consumen contenido sino que son creadores y actantes de interacción, todo al mismo tiempo.

Por su parte el francés Edgar Morin, ha vivido los abruptos tecnológicos del nuevo siglo, y ha brindado esfuerzos para comprender la nueva educación y sus retos “la revolución científica del siglo XX ha roto el viejo dogma reduccionista de la explicación por lo elemental, y las ciencias se abren a la autoorganización …” (Morin. 2002, p. 5) el autor también hace hincapié en una reforma educativa que inició con la reimaginación de la ciencia en el siglo pasado, pero que desde los primeros años del nuevo milenio debemos percibir, concebir y pensar de modos distintos la realidad que nos rodea, sostiene el filósofo francés.

Morin entra en diálogo con Freire cuando el primero sostiene que la educación es una clase de “relación de inseparabilidad de inter-retroacción entre los fenómenos, su contexto inmediato y ese … contexto global” (2005, p. 3) ambos, sin conocerse como aseguran sus estudiosos, señalan que el conocimiento y la educación están en constante interacción, en una relación constante que abarca casi todos los aspectos de la vida, donde Morin lleva más allá sus ideas (pues ha vivido más tiempo) al momento de explorar la noción de abrir los caminos de la ciencia y de todos los tipos de conocimiento, desde la ecología, ciencias de la tierra, cosmología y las ciencias de la vida, en una vía creadora, activa y regeneradora que transforme las conciencias desde las bases sociales, involucrando a los ciudadanos en las políticas transformadoras.

Ante esta idea, qué mejor manera de hacer partícipes a los sujetos del conocimiento a las nuevas formas de educación que aprovechen los hilos, redes y aspectos reticulares que ofrece internet con sus ecosistemas, especies y modelos de autoorganización, donde los sujetos no han dejado atrás la animalidad de su humanidad, como enuncia Morin.

Lo anterior es un gran reto pues entran distintos elementos como la identidad de los sujetos; autores que abordan la fenomenología del ser digital lo entienden como esos ciudadanos digitales (sin importar la edad) que habitan una cibercultura y que avanzan del concepto propuesto por Marshall Mcluhan (2015) del prosumidor al del cyberself de Robin Mansell (2013) y Gilles Lipovetsky (2020), concibiéndose como un sujeto monitorial que diseña y pone en común conocimientos auto-creados.

Freire y Morin ayudan a entender ese sujeto moderno que, de forma técnica y social, crea y mantiene una reingeniería epistémica que administra, usa y da sustentabilidad para innovar más y mejores conocimientos dentro del tejido digital, una realidad que no está alejada de América Latina, desde el Río Bravo hasta La Patagonia, somos un continente con problemáticas en común, pero con numerosas vías de desarrollo por la identidad cultural compartida. 

Si uno de los retos y hasta miedos del internet ha sido la debilidad crítica de los usuarios de los ecosistemas digitales, por una carencia de cultura audiovisual y un supuesto privilegio de la cultura de la mirada, es momento de desmitificar esta visión y terminajos que minimizan a los sujetos como especies digitales, pues como cyberselfs pueden comunicar, crear, diseñar, eliminar, compartir e interactuar con sus propios conocimientos; es un usuario evolucionado que gesta, ofrece, crea y recrea productos, servicios y bienes simbólicos desde el tejido digital, y que al mismo tiempo comparte las dinámicas de los distintos tipos de comunidades virtuales y del metamundo en internet.

Si Morin (2014) ya ha abordado que el mundo occidental, la globalización y capitalismo han dominado al ser y producido una ceguera del conocimiento por una clase de autoritarismo epistémico, que aunque en crisis, sigue privilegiando el pensamiento dicotómico, y que la ruta no es otra que reinventar la educación, entonces es momento de dejar de ver a las nuevas generaciones de estudiantes como meros consumidores y pasar al cyberself en la educación. No seamos los docentes e instituciones esos agentes neoliberales que constriñen su creatividad y propuestas innovadoras de conocimientos, que sin ser kantianos, hegelianos o cientificistas, son menos importantes.

Morin y Freire quitan el velo que nos ciega ante los saberes contemporáneos, y nos aproximan a una educación reformadora, libertaria y con esperanza de cambio, dejando atrás los imaginarios de contradicción de que cada nueva generación es peor que la anterior.

Ambos autores pueden quitar el miedo a las posibles amenazas de abrazar una educación digital, que no por ser virtual deja de ser compleja, lógica, pertinente, comprensiva, de construcción social, interactiva y de retos constantes.

Quitemos pedestales a los autores y leámoslos en su justa dimensión, pues Morin y Freire permiten entender y aplicar una visión horizontal de la educación que comunica y constituye el principio estratégico de toda posibilidad de acción y conocimiento. Una pedagogía de la esperanza en América Latina como resultado de una reforma educativa implica el estudio de hechos antes no mencionados, abordados o utilizados, donde los protagonistas, docentes y alumnado, sean agentes de acción que se ubiquen y esclarezcan problemáticas del conocimiento moderno dentro de los ecosistemas digitales, donde el conocimiento no sea privativo al ámbito escolar o universitario, sino de actividades trascendentales en sistemas educativos que se consoliden en redes de solidaridad epistémica y herramientas accesibles de libertad tolerante y no de militancia. 

Las escuelas en Latinoamérica deben ser capaces de convivir con el desarrollo tecnológico y social que implica la educación, donde el rigor no sea opuesto a la subjetividad y a las culturas del continente, donde los medios científicos y su metodización rigurosa acompañen la investigación-acción de los sujetos y el conocimiento no científico, ya que haciendo convergencia entre la cultura, el lenguaje, la sociedad, la educación y las tecnologías nos alejaremos de las estrechas perspectivas que de forma exclusivista reducen el saber a mercancía.

 Fuentes

  • Caballero S. (2022). Comunicación, Educación y Desarrollo. Apuntes para una historia de la comunicación educativa. Comunicación Social Editores. 
  • Canga A. y Buitrago A. (2016). La Competencia Mediática en el Contexto de la Educomunicación. En Buitrago A., Navarro E., y García-Matilla A., La Educación Mediática y los Profesionales de la Comunicación. (pp. 37-86). 
  • Castells M. Comunicación y Poder. (2010). Alianza Editorial. 
  • Núñez Hurtado C. (2007). Diálogos Freire-Morin. México. Coloquio. 
  • Freire P. (1979).  ¿Extensión o Comunicación? México. Siglo XXI.
  • Freire P. (2023). Pedagogía de la Tolerancia. Fondo de Cultura económica. 
  • Lipovetsky G. (2020). Gustar y Emocionar. Gedisa. 
  • Mcluhan M. (2015). La aldea global. Transformaciones en la vida y los medios de comunicación mundiales en el siglo XXI. La globalización del entorno. Gedisa. 
  • Mansell R. (2013). La revolución de la comunicación. Modelos de interacción social y técnica. España. Alianza Editorial.
  • Morin E., Delgado Diaz C. J. (2014). Reinventar la Educación. Abrir Caminos a la Metamorfosis de la Humanidad. México. 
  • Morín, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (Trad. Mercedes Vallejos Gómez). París, Francia: Santillana/UNESCO
  • Morin E. (2005). Reformar la educación, la enseñanza, el pensamiento. Este País Núm. 202. Enero 208. p 4-9. 
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