La pregunta que prevalece

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La llegad de Donald Trump tiene muchas lecturas y la trascendencia que representa nos obliga a reflexionar sobre varias crisis sociales que existen en el mundo. Quizás una de las más importantes es la crisis que existe en la clase política mundial.

Nunca había imperado un número tan amplio de líderes políticos con un perfil tan cuestionado y sobre todo, que mostraran un desprecio absoluto a los valores esenciales de un buen gobierno. Sistemáticamente Presidentes y Presidentas, jefes de gobierno, dictadores o grupos extremistas atropellan los derechos humanos más elementales, desapareciendo instituciones a nombre del pueblo y asumiendo ciertos aires de una auto asunción humana insultante y haciendo todo lo que esté a su alcance para mantenerse en el poder.

Sin importar su nivel intelectual o su ideología, estos líderes están causando daño a la humanidad y sorprende, indigna, que lo hagan a nombre de una nación que dicen representar pero que, en realidad
ni siquiera están a la altura de los valores que sus pueblos han manifestado históricamente.

La lista es larga, por ejemplo: Pedro Sánchez en España, incapaz de responder con afectividad y empatía a nuestros hermanos españoles; Emmanuel Macron en Francia, Justin Trudeau en Canadá, Vladimir Poutine en Rusia y el mismo Donald Trump en Estados Unidos, forman parte de este grupo de mandatarios cuyo mal desempeño no se comprende e incluso, en algunos sorprende que haya ciudadanos que los respalden.
Si vemos la lista de dictadores en América Latina, el problema no es menor: Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua y Miguel Díaz-Canel en Cuba. Si miramos hacia otro lado, encontramos al Primer Ministro de Israel Benyamin Netanyahou con sus violentas acciones contra el grupo terrorista palestino Hamás, las cuales muchas de ellas han sido condenadas por su nivel de brutalidad que han cobrado vidas inocentes.

En este último señalamiento va la mención precisamente del grupo terrorista Hamas en Palestina o de las pandillas que ya tomaron el control en las principales ciudades de Haití. En la mayoría el discurso que prevalece es radical, llama a la confrontación, incita a formar parte a favor o en contra, chantajea y manipula. En ciertos puntos el problema es la religión, en otros la superioridad racial, en algunos como en México, lo es el narcotráfico o la corrupción. La pregunta que prevalece es ¿por qué la gente votó por ellos? ¿por qué los siguen apoyando? Tal vez el arribo al poder de dichos personajes es el reflejo de la propia
sociedad, de la erosión de sus valores, de su desinterés e incluso de su frustración.

La motivación es preocupante porque alcanza la expresión más elevada con la llegada de Donald Trump al poder de la nación más poderosa del mundo y eso comprueba que no se trata de qué sociedad es más avanzada. Quizás el espejo de la descomposición social no había sido tan grande y el reflejo de su rostro no se desfiguraba tanto como ahora; pero sin lugar a dudas, el gran responsable no es quien arriba al poder sino el pueblo que lo respalda y aplaude larga y tristemente la función del bufón que lo apuñala por la espalda

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