Las denuncias por agresión sexual y acoso contra el productor y ejecutivo de cine estadunidense Harvey Weinstein en 2017, fueron el detonante para una de las campañas en redes sociales más poderosas de los años recientes. El hashtag #MeToo comenzó a utilizarse para que las mujeres víctimas de estos delitos por parte de Weinstein comenzaran a contar sus experiencias, y de inmediato se volvió viral porque muchas de ellas son celebridades, lo que motivó a mujeres de todo el mundo que habían permanecido en silencio durante años -por las razones tan válidas que sean- a denunciar a sus agresores en las distintas plataformas.
El suceso mismo y los movimientos feministas que se originaron después, ya han sido llevados a la pantalla grande; algunas de las películas que se pueden contar son The assistant (2019) de Kitty Green; Bombshell (2019) de Jay Roach; Moxie (2021) de Amy Pohler y hasta la mexicana Ruido (2022) de Natalia Beristain, entre otras, muchas otras.
Si bien esta lista corresponde a películas que tienen alguna relación con el movimiento Me Too, lo cierto es que la violencia de género ya había sido retratado en el cine, basta mencionar Irréversible (2002) de Gaspar Noé; El secreto de sus ojos (2009) de Juan José Campanella; Te doy mis ojos (2003) de Icíar Bollaín y pues qué decir de El último tango en París (1972), de la que más de 20 años después de su estreno se supo que el director Bernardo Bertolucci planeó con el actor Marlon Brando, que se filmara una agresión sexual real utilizando mantequilla sin el consentimiento de la actriz Maria Schneider, lo que inspiró a la película mexicana Un actor malo (2023) de Jorge Cuchi, para exponer la violencia de género en la industria cinematográfica.
Sirva este preámbulo para decir que desde luego el tema no es nuevo, permanece vigente y, por ende, no importa si ya ha sido manejado en cine o en series de televisión, es un caso recurrente y no debe dejar de ser redundante, con propuestas distintas y con diferentes narrativas sin dejar de lado, por supuesto, la mirada crítica.
Un nuevo trabajo sobre estos temas está de reciente estreno en plataformas y se trata de Ni una más (2024) una miniserie de ocho episodios que tiene como eje de su historia a Alma, una adolescente de 17 años que cuelga una manta en la puerta de su escuela denunciando que dentro se esconde un violador, y las preguntas sobre quién es ese violador, y si ella fue la víctima, se desarrollan en el transcurso.
Parece un relato común y predecible, pero no es tan descifrable. La serie aborda una relación sexual consensuada, pero entre personas con efectos de drogas y alcohol, y cuestiona si debe ser calificada como violación; los comportamientos inadecuados de profesores de escuela que aparentan acoso; intercambio de mensajes e imágenes pornográficas por celular, violaciones colectivas, consumo de drogas, diversidad sexual y, sobre todo, la importancia de contar siempre con los padres y con una red de apoyo. La serie no puede evitar sus momentos flojos, de mucha estética, color y secuencias largas, pero es un trabajo más para acercarse a los entornos del acoso y la agresión sexual de las mujeres. Eliminar estereotipos, apariencias, a aprender a apoyar más, a cuestionar menos y a volvernos aliados. No será el último trabajo sobre estos temas porque parece que nunca serán suficientes. El llamado en este caso es de ni una más, no importa cuándo lo leas.
Por @odballeza