La libertad de expresión recoge también el derecho de manifestación. No se necesita ni siquiera
un motivo o un pretexto para salir a las calles, basta con la voluntad, otra cosa es que una
marcha sin causa tenga éxito. Cuando hay motivos acreditados, la reivindicación popular no
solo está legitimada sino que es necesaria. Aporta a la democracia pluralidad y diversidad. El
inconformismo es higiénico y obliga a los gobiernos democráticos a estar alerta sobre sus
decisiones que no siempre son las que la sociedad necesita. Urge a las autoridades a atender
reclamos justificados o no, pero que exigen esa atención a causa del requerimiento legítimo de
los ciudadanos. El ejercicio libre de manifestación no es necesariamente una crítica al gobierno
de turno. Muchas veces es solo indicativo de asuntos que deben mejorarse. Por otro lado,
también opera como recordatorio de que los votos deciden quien está al servicio del pueblo y
no quien se sirve del pueblo. Cualquier autoridad debe de dedicarse a velar por sus gobernados.
Se antoja imprescindible que los ciudadanos hagan oír su voz para que las directrices de
gobierno se ajusten a esas necesidades. Las marchas reivindicativas colaboran con los
gobiernos porque el gobierno es asunto de todos. Reducir una manifestación a politiquería
delata autoritarismo, rebajarla a crítica en exclusiva sin apreciar posibles soluciones a
determinados problemas es ceguera e intolerancia.
Este martes un colectivo de acapulqueños, damnificados por las consecuencias del
huracán Otis, se dirigió a Palacio Nacional con objeto de prevenir al Presidente de la República
de riesgo de crisis humanitaria, falta de alimentos y agua, emergencia sanitaria e incremento de
violencia social. No parece que haya nada fuera de lugar o desproporcionado en la intención de
víctimas del desastre natural. López Obrador descalificó la caravana aduciendo que había sido
convocada por Guadalupe Acosta Naranjo, militante del PRD, y Xóchitl Gálvez, candidata a la
Presidencia por el Frente Amplio. El propio Acosta Naranjo respondió que él no había
organizado la marcha porque se encontraba en Nayarit y Xóchitl Gálvez declaró que ella no le
dice a nadie qué tiene que hacer. Las autoridades de Ciudad de México impidieron el libre
tránsito de la caravana hasta que tarde un pequeño contingente entró en el zócalo. López
Obrador ordenó que se frenara el avance de la marcha, prohibió el derecho de acapulqueños a
manifestarse, censuró sus reivindicaciones.
Las razones de Andrés Manuel a su negativa de recibirlos no pueden ser más
antidemocráticas. Argumenta que la caravana fue organizada por los partidos de oposición,
como si la oposición no tuviera derecho a manifestarse y a expresar sus reclamaciones. Arguye
que es politiquería cuando se trata de víctimas de Otis con derecho a advertir la situación que
vive Acapulco toda vez que se consideran abandonados. Razona que no les asiste la verdad
porque ya reciben las ayudas necesarias cuando esas ayudas son precarias, intermitentes e
insuficientes. Andrés Manuel no recibe a la caravana porque se niega a oír una voz distinta a la
suya que confunde deseo con realidad. Era una oportunidad de que mostrara verdadera
preocupación e interés por los damnificados. Con todo, la caravana pasó y sus reivindicaciones
se extendieron por la sociedad que toma nota.
La caravana pasa
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