Ayer, 6 de junio, se cumplieron 80 años del desembarco aliado en las playas de Normandía, inicio del fin de la Europa ocupada por los nazis. La gesta ha inspirado innumerables libros de historia, estudios militares, reportajes, narraciones, poemas, pinturas, fotografías, películas. Un juego de simulaciones y apariencias en que el MI6 británico y la OSS estadounidense movían sus piezas en el tablero de la Abwerh, la inteligencia militar alemana. En el desarrollo de estos episodios mezcla de épica y comedia, a veces irrumpen héroes silenciosos y discretos a quienes se deben desenlaces inesperados. En el desembarco de Normandía fue decisiva la intervención del barcelonés Juan Pujol García, de escasa estatura, calva prematura y lentes redondos que no escondían un temperamento ansioso e inquieto. De familia acomodada, se convirtió en agente doble con el nombre clave Garbo para los británicos y Arabel para los alemanes. Irónicamente, los nazis le concedieron la Cruz de Hierro por sus “extraordinarios servicios a Alemania” en julio de 1944 y, semanas más tarde, los ingleses le nombraron caballero de la Orden del Imperio Británico. A inicios de la guerra civil española, se escondió durante 15 meses en un oscuro sótano, del que salió para alistarse en el Ejército Republicano. Ante el terror rojo, desertó para pasarse al bando franquista. En Burgos donde se había establecido el gobierno provisional de los sublevados, se casó con Araceli González Carballo, con quien tuvo dos varones y una mujer. En 1940 a la entrada de la Wehrmacht en París, un hermano de Juan es tiroteado por soldados alemanes mientras tomaba fotografías. El futuro espía identifica a sus enemigos a los que combatirá con ingenio: el comunismo de Stalin y el nazismo de Hitler.
A causa de la muerte de su hermano, instalado ya en Madrid, ofrece sus servicios como agente secreto a la embajada inglesa siendo rechazado de inmediato. Decide presentarse en la legación alemana, en que se declara leal seguidor del führer y se ofrece como voluntario para viajar a Inglaterra y operar como agente sobre el terreno. Sorpresivamente, los alemanes aceptan la propuesta. En lugar de viajar a Londres, Juan Pujol se traslada a Lisboa con su familia no sin comunicar a los alemanes que ya está en la capital inglesa. Desde suelo luso, envía regularmente información a partir de horarios de ferrocarriles que recaba de una guía turística, retazos de noticias leídas en diario y revistas, y conjeturas personales que presenta de manera minuciosa y persuasiva. Comenta incluso que ha creado una red de espías dispersa en territorio británico comprometidos con la causa. A cada agente imaginario le proporciona personalidad y vida propia apegado al estricto manual del espía. Los alemanes no discuten su información, la aceptan y reconocen en Arabel a su agente más importante. Tras una peripecia, empieza a colaborar con el servicio de inteligencia inglés en 1942. Desembarca en la playa de Brighton en abril de ese año y se incorpora a la inteligencia británica adoptando el nombre de Garbo. A partir de ese momento, comienza su labor como agente doble, pasando falsa información a la Abwerh a indicación de su controlador Thomas Harris.
Las acciones decisivas de Garbo se dieron durante la Operación Fortitude, el plan aliado que convenció a los alemanes de que el desembarco de tropas se daría en estrecho de Calais, a trescientos kilómetros de las costas de Normandía, su verdadero objetivo. Juan Pujol transmitió 500 mensajes al servicio de inteligencia nazi confirmando Calais como lugar para el inicio de la invasión aliada. Fabula con un ejército al mando de Patton, apostado en Essex y Kent, que encabezará el desembarco. Finalmente, para dotar de mayor verosimilitud a su ficción, agrega que quizás haya un cambio de última hora optando por Normandía.
Terminada la guerra, desaparece. Años después corre la noticia de que ha muerto en África. En realidad, abandona a su familia y viaja solo a Venezuela donde se pierde su rastro. En 1985 regresa a Europa, se reencuentra con la familia que había dejado y se traslada a Inglaterra para recibir las condecoraciones que su precipitada marcha había suspendido.
Garbo dejó de ser Garbo para siempre una vez firmado el armisticio. Juan Pujol se perdió en Lagunillas, pequeña localidad venezolana, para no volver a ser Garbo y recuperar su primera identidad. Se extravió para encontrarse. Viajó en busca de sí mismo. Quizás a eso se debe que desde 1945 nunca volviera a hablar de su actividad y de su compromiso con la libertad. Recordamos al Garbo que fue Juan Pujol, pero no al Juan Pujol que no fue Garbo y que paradójicamente quiso ser Juan Pujol.